sábado, 13 de agosto de 2011


Homenaje a Don Quijote


Mírame querido amigo Sancho, todavía sigo cabalgando en este mi fiel Rocinante, pobre saco de huesos. Amigo Sancho cuan diferente es este mundo del que dejamos en el olvido del tiempo, los gigantes se quedaron enanos comparados con esos monstruos de los cuales salen y entran gente continuamente, no me intentes convencer de que son viviendas, ¿quién ha visto jamás que nadie viva en las entrañas de semejantes monstruos?, si no fuera por que todavía ando dolorido de aquellos monstruos que se convirtieron en molinos, alzaría en armas para darles una lección, además esto no es lo más sorprendente querido amigo Sancho, he visto carruajes que andan sin caballería, produciendo a su paso un estruendo de mil demonios y escupiendo por su parte más noble humos como si quemasen en su interior cientos de leños secos, no amigo Sancho, no es invención mía, los he visto deslizarse por un río ennegrecido por manos del hechicero que me persigue en todas mis aventuras, un río que cruza aldeas y pueblos, cruza montañas y campos, un río lleno de esos carruajes infernales y en su interior caballeros y damas, no amigo Sancho esto no es lo más asombroso, he visto como caballeros de todo linaje se introduce voluntariamente en las entrañas de un engendro marino y se dirigen en su interior a sitios lejanos y desde esos sitios lejanos llegan otros caballeros que regurgita la bestia. Querido amigo Sancho, en vez de un caballero de la triste figura harían falta legiones de ellos para así salvaguardar a todos estos confiados mequetrefes de los peligros que les acechan, y de los cuales no son conscientes, pues entre hechiceros y demonios han embrujado su vista y solo ven lo que ellos quieren que vean, pero cejare en mis intentos por desenmascarar a los culpables de estas infamias, por el honor de mi querida Dulcinea, bella entre las bellas, que espera ansiosa y anhelante que acuda raudo a su regazo con la prueba de mi amor, su imagen me acompaña en mi duro caminar, pero ha de llegar el día en que en mis brazos caiga rendida esperando como único consuelo escuchar una palabra mía. Querido amigo Sancho veo que el ruido que nos acompaña durante hace ya algunos pasos no es que vaya a ver nube o tormenta, yo diría que son tus tripas que exigen la parada para reposar monturas y llenar de viandas el hueco producido por el hambre, pero yo no he de caer en la tentación de la gula y mientras tu sacias tu pecaminoso apetito yo ayunaré y meditaré por los dos, y mientras tu duermes yo velaré armas y estaré alerta, pues de todos es sabido que la oscuridad de la noche sirve de abrigo a tunantes y maleantes, además de ser el momento elegido por aquellos que quieren verme vencido, y no soy el único caballero que permanece en este trance de purificación espiritual, pues se de algunos que pasan toda la noche de posada en posada, sitios estos iluminados de tal forma que se divisan desde leguas y leguas de distancia, y llenos de sonidos estruendosos que han de servir al caballero que visite dichas posadas para entrar en el trance de meditación y concentración que todo caballero ha de alcanzar para aspirar a proyectos más importantes, tal es así que algunos caballeros incorporan dichos sonidos ensordecedores a los carruajes que los transporta. Querido amigo Sancho has dejado que los cantos de las ninfas aturdan tus sentidos y te dejes vencer por el señor de los sueños, pero si he de serte sincero querido amigo, a mi también me gustaría caer preso del señor de los sueños y seguir siendo parte de los de millones de personas que han leído las aventuras y desventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, una forma de mantenerme vivo a mis cuatrocientos años es ser leído una y otra vez, y a cada vez distinto por impregnarme de la personalidad de quien interpreta mis palabras.

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