Un perro yo tenía, que para que le acariciara la panza, se ponía panza arriba, corriendo se pasaba todo el día, de la cocina al salón, del salón a la cocina. Era pequeñito y suave, como una madeja de lana, me pasaba mañana y tarde acariciando su panza, por mucho que lo acariciase jamás me cansaba. Un perro yo tenía, que cuando lo llamaba siempre acudía, movía su rabo para demostrarme su alegría. Largos eran los paseos que con él me daba, desde mi calle hasta la plaza, hiciera mal día o bonanza, atado con su correa o suelto de ella. Yo tenía un perro, mi fiel compañero, mi amigo del alma. Un perro yo tenía que le ladraba al vecino de arriba, extraña relación la que ellos tenían, de amor y odio, de cariño y simpatía, cuando mi perro se marchó, seguro que mi vecino alguna lagrima derramó. Mi perro en realidad era una perrilla, que por nombre “Nuca” tenía, era una juguetona pequinesa, de color canela, curiosa y traviesa, el silencio ha ocupado su sitio, su presencia ha dejado lugar a un gran vacío, ya no corre por lo pasillos, ya no le ladra al vecino, ya no se pone panza arriba, se nos marchó un mal día, nos dejó sin su compañía. Aún creo que detrás de la puerta me estás esperando, que cuando la abra te voy a ver saltando. Un perro yo tenía, que me ha dejado triste y solo en mi agonía, ella todo se lo merecía, todo el mundo la quería, mientras estés en mi recuerdo, seguirás estando viva, corriendo de la cocina al salón y del salón a la cocina.
relatos en la vida real
sábado, 22 de noviembre de 2025
domingo, 26 de octubre de 2025
Mi mente
El color del mar es rojo,
azul es el color de la hierba,
las nubes son verdes oscuras,
el color de tus ojos me asusta.
En la orilla, pájaros sueño pescar,
en el monte, tiburones temo encontrar,
perros violetas he visto volar,
de las invenciones de mi mente
no sé a cuál temer más.
Embravecida, la mar ardía,
mientras tanto, la hoguera se mantenía fría.
Puerta giratoria en mi casa,
nunca de entrada, siempre de salida.
Jaulas encerradas en pájaros,
libros llenos de garabatos,
gritos de mudos transistores,
psiquiatra como único guardián,
celoso carcelero de mis temores.
El gato
Piedra, papel y tijera,
el gato sube por la escalera.
Paso a paso se hace camino,
el tejado es su destino.
El niño lo busca,
el perro le ladra.
El gato va subiendo,
y a la cornisa se encarama.
El pajarillo le canta:
“Muy alto te has subido,
ahora, ¿quién te baja?”
El gato se asusta,
un miedo profundo
paraliza sus patas.
Maúlla angustiado,
suplicando ayuda.
El pajarillo lo ha intentado,
no te quepa duda.
El perro, que lo ve,
intenta desesperado
subir por la escalera,
esfuerzo en vano,
él no es tan osado.
El perro avisa al niño,
el niño avisa a su padre.
Que no hay peor destino
que insistir en el mismo desastre.
La guadaña
Era vizco de un pie y tuerto del otro.
Decir que tenía joroba es quedarse corto.
La enormidad de sus manos no podía esconder la deformidad de sus dedos.
Pústulas de grasa recorrían todo su cuerpo.
Sus extremidades, alineadas cual garabato de un niño.
Su mirada la dio por perdida, o quizás la escondió en un espeluznante guiño.
Sobre lo blando de su cara predominaba su aspecto más duro.
Vestía con capucha y capa larga, todo de oscuro.
Muchos son los que decían que jamás tuvo suerte.
Otros la conocieron como Catrina, la huesuda, la Parca o la Muerte.
lunes, 15 de septiembre de 2025
Segura de la sierra
Casas con las puertas abiertas, cuyo interior deja entrever recuerdos de sabores: cordero, aceite, romero y miel.Juegos infantiles resuenan en la plaza, de niños sin nada que temer.
A lo lejos, la silueta del poeta del más allá me hace estremecer.Un libro en su mano —Coplas a la muerte de su padre— parece leer.
Hijo serrano, donde el Guadalquivir soñó con nacer.Encomienda de la Orden de Santiago, enclave digno de defender.
Tejos, sauces, robles y encinas; grasilla, tomillo, pino y ciprés.Un castillo como corona, manto verde oliva a tus pies.
Guardián eterno, pico del Yelmo: pétreo gigante dormido… siempre por renacer.
sábado, 6 de septiembre de 2025
Atónita mirada
"Mare Nostrum", cuna de civilizaciones,
viernes, 15 de agosto de 2025
El otro lado del espejo
Me encuentro despierto, una noche más, desnudo, sentado en el borde de la cama, frente a frente al reflejo del espejo del armario. No consigo reconocer quién hay al otro lado. Ha vuelto a suceder esa extraña sensación de ser un globo hinchado. No hay dolor, pero me es imposible cerrar las manos. Es como si mis dedos hubieran aumentado de grosor, como si cada parte de mi cuerpo hubiese recibido aire de más, aunque a la vez noto como si me apretaran desde fuera: presión en cada centímetro de mi piel, como si alguien invisible apretase mis manos, mis pies, mis brazos y piernas.
Otra vez, despierto mientras todos duermen y descansan. Otra vez, siento bullir los pensamientos en mi cabeza: bombardeo de preguntas sin respuesta. Mi único consuelo es el agua fría del grifo en mi cara. Mojo mi cabeza y mi cuello, intentando centrar el torrente de ideas en una sola. Mejor una ducha. Froto todo mi cuerpo con la esponja, intentando desprenderme de cada grano, mota o sensación de suciedad. Qué agradable y reconfortante es el olor a limpio. Lástima que dure tan poco.
La luz blanca del baño duele; mis ojos apenas pueden abrirse y vuelvo a sentir que quien me mira desde el otro lado del espejo no soy yo. Es el mismo reflejo que me ha acompañado toda mi vida, ese mismo que sale en mis fotos, pero cada día lo noto como un extraño. Es alguien que ríe cuando yo quiero llorar; es alguien que habla y dice cosas que yo no siento; que cruza miradas cuando yo solo quiero cerrar los ojos. Ese rostro que se cuida y se acicala para que los otros no se percaten de todo lo que esconde: una máscara que cada vez me oprime más, que noto cómo se va rompiendo en pedazos.
Quisiera hacer partícipe de todo lo que me acontece a mis seres queridos, pero si yo no entiendo qué me pasa, ¿cómo pretendo conseguir que ellos lo entiendan? No se trata de un brazo roto ni de un dolor de muelas. No es una jaqueca ni una mala digestión. No es una enfermedad de la cual esperar cura.
Siempre sujeto a la dualidad de la vida, perspectiva en la que no encajo. Todo es bueno o malo, todo ha de estar frío o caliente, estar vivo o muerto, arriba o abajo, blanco o negro, hombre o mujer. Cuando todo se torna gris, cuando solo percibo lo templado, cuando todo confluye en el medio, cuando estás muerto en vida, cuando ni lo bueno es tan bueno ni lo malo tan malo. Cuando te identifican como masculino y te sientes femenina.
Sigo esperando ese click que lo desencadene todo. Quisiera encontrar ese interruptor para encender mi vida y poder salir a la luz, mostrarme tal y como soy, sin importar el “qué dirán”. Hace tiempo que busco el cómo, el cuándo y el dónde. He lanzado miles de gritos de socorro que no llegaron a buen puerto.
Soy un náufrago a la espera de ser rescatado, un gusano que lucha en el capullo por convertirse en mariposa.






