El día deja paso a la oscuridad, las tinieblas van recorriendo la ciudad, por las callejuelas se oye a alguien susurrar, dejando estas frases en cada esquina.
“Soy la tía tragantía,
Hija del rey Baltasar,
Quien oiga mi cantar,
No verá la luz del día,
Ni la noche de san Juan.”
Así me lo contaba mi primo, que se lo había escuchado decir al cuñado del vecino de uno que había venido de fuera, que decía haberlo escuchado en una plazuela a un hombre mayor de blanca melena. Todo tiene un comienzo y siempre ha de empezar de la misma manera. Erase que se era, según cuenta la leyenda, en un pueblo cercano vivía una hermosa princesa, hija de un rey moro que con los cristianos estaba en guerra. Baltasar por nombre el rey tenía y Zoraida era el nombre de su amada hija. El asedio al rey y sus tierras hacía que fueran continuas las escaramuzas, al final se declara la guerra, moros y cristianos ya están en lucha, Baltasar encabeza sus tropas, la valentía del monarca es bandera para las huestes moras, en el fragor de la contienda fue mal herido, descabalgado y abatido, su cuerpo desplomado en el suelo ha caído ya muerto, sin haber tenido tiempo de contar a nadie su secreto. Antes de salir a pelear y combatir, guardó de forma clandestina su más preciado tesoro, en la mazmorra más oscura, en la cripta más profunda, algo que para él tenía más valor que el oro, Zoraida la princesa allí ha de esperar, para ser liberada por su padre en su retornar, pero pasan los días y su padre no volvía, los víveres empiezan a escasear, la esperanza aún se mantiene viva, como única ocupación el cantar, como única ilusión su pronta salida, pero el tiempo es inexorable y nada lo detiene, la comida se acaba y el hambre se hace persistente, arrastrada por la necesidad termina comiendo sapos, lagartijas y serpientes, las tinieblas de tan lúgubre escondite hace que no distinga la noche del día, pierde la noción de la realidad en su mente, confundiendo futuro, pasado y presente, la debilidad tanto mental como física le hace entrar en un prolongado letargo, permanece por largo tiempo dormida, cuando despierta descubre aterrada que su cuerpo ha cambiado, una extraña mutación le ha convertido en algo diferente, mitad humana, mitad serpiente, imposibilitada del andar por su prisión se ha de arrastrar, busca por todos los rincones una apertura por la que poder escapar, no se sabe cómo ni cuándo, nadie se explica lo que las noches de san Juan viene pasando, cuando el día deja paso a la oscuridad, cuando las tinieblas van recorriendo la ciudad, por las callejuelas se oye a alguien susurrar, dejando estas frases en cada esquina.
“Soy la tía tragantía,
Hija del rey Baltasar,
Quien oiga mi cantar,
No verá la luz del día,
Ni la noche de
san Juan.”