Era vizco de un pie y tuerto del otro.
Decir que tenía joroba es quedarse corto.
La enormidad de sus manos no podía esconder la deformidad de sus dedos.
Pústulas de grasa recorrían todo su cuerpo.
Sus extremidades, alineadas cual garabato de un niño.
Su mirada la dio por perdida, o quizás la escondió en un espeluznante guiño.
Sobre lo blando de su cara predominaba su aspecto más duro.
Vestía con capucha y capa larga, todo de oscuro.
Muchos son los que decían que jamás tuvo suerte.
Otros la conocieron como Catrina, la huesuda, la Parca o la Muerte.

 
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