sábado, 20 de agosto de 2011


El divorcio


El amor, la felicidad, son palabras que se lanzan al viento, son sentimientos que van y vienen sin ningún argumento. Infidelidad, traición, es lo que nos queda cuando el viento de la pasión deja de soplar. Corazones heridos, sentimientos desgarrados, profunda tristeza, la soledad invade nuestra miserable existencia, la pena lo llena todo, pero mis palabras o la carencia de las tuyas no impide tu ausencia. Pero si has de ir, ni mil palabras más, ni una lagrima más, no más llantos, no más pena, olvidémonos del oscuro lamento de la depresión, no se merece ni una lagrima más, déjalo ir, si eso es lo que quiere, déjalo marchar, los recuerdos son dolorosos pero inevitables, la separación no tiene motivos por lo que es doblemente tormentosa. Mira tus manos temblorosas como arropan tus dos motivos para seguir viviendo, escucha el murmullo de los sueños inocentes de tus angelitos tiernos, tus lagrimas fluyen en la noche sin tener donde secarlas, tu mirada ausente sigue escrutando el vacío dejado, mil preguntas resuenan aún en tu cabeza, tu culpabilidad no te abandona aunque no seas culpable. La luz apagada del salón y con la frente pegada en el frío cristal del balcón, ¿dónde estás?, te resistes a perderle, dejas resbalar una mano por la escarcha del cristal, dibujando con los dedos su nombre, lo haces desaparecer con ira de un manotazo, no puedes evitar seguir llorando, han sido ocho años de tu vida, maldices mil veces y te derrumbas en el sofá, las lagrimas han empapado el cojín, no quieres que llegue mañana para no tener que responder la amarga pregunta, “y ahora ¿qué?”.

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